domingo, 27 de febrero de 2011

Con la piel de gallina

Siempre digo que quiero recordar todo aquello que me haga estremecer. Hoy es domingo, hoy he leído una vez más El Principito, hoy como de costumbre he leído un semanal. Pero hoy había un artículo que ha hecho asomar a esa lagrimita que lleva tiempo queriendo salir. Que ha dejado mi piel de gallina.

Cuando les dieron la noticia, llevaban veinte años viviendo juntos, y apenas sobrepasaban los cuarenta. Eran novios desde el primer curso de la carrera, aunque no se parecían nada entre sí. Ella era extravertida, ingeniosa y tenía cara de niña traviesa. Él era más reservado, más tímido, hablaba menos y tenía cara de chico serio. Quizá por eso tenían todas las papeletas para ser felices durante una vida larga y fecunda. Durante más de una década, la ausencia de los hijos que deseaban comprometió ese destino, pero cuando su reloj biológico estaba a punto de dar el primer aviso, ella se quedó embarazada por sorpresa, y tuvo un niño guapo, sano, que se llamó como su padre y prometió desde el primer momento ser tan gamberro como su madre. Creían que ya no les faltaba nada, pero poco después de que su hijo cumpliera tres años resultó que ya no eran tres, sino cuatro.


Era atroz, era injusto, era cruel, feroz y maligno. Era un cáncer de páncreas. No podía ser, en ella no, si hubiera Dios, si hubiera justicia, si hubiera lógica, y orden, y compasión en el universo, nunca habría sucedido, a ella no, en ella nunca. Pero era el peor, era de páncreas. Le dieron tres, cuatro meses de vida, a ella, que era la vida misma, que la rebosaba, que la desprendía, que la creaba todos los días, que estaba tan llena de cosas, de amigos, de trabajo, de proyectos, de amor por él, por el niño, por sus amigos, por esa vida que iba a ser larga y fecunda, ni más ni menos que la vida que ella se merecía. Él la miraba y no se lo creía, ella no, por favor, ella no, por Dios, por la justicia, por la lógica, por el universo, ella no, ella no... El laboratorio, las pruebas, las cifras que arrojaban, no quisieron escucharle.

Porque la había escogido a ella, y era el peor. No había mucho margen para tratamientos, pero los apuraron todos y aguantó como una jabata. Luchó con todas sus fuerzas por quedarse, y después ya sólo por estar, un día, otro día, y otro más, despierta, hablando, sonriendo, dándole ánimos, como si no supiera que con ella él perdería la mitad de su vida. Entonces fue cuando decidieron hacer lo único que no habían hecho juntos todavía.

Él fue al juzgado, rellenó los papeles, explicó su caso, digirió el silencio que precedió a las respuestas, y se dio cuenta de que le dirigían miradas un poco raras, pero le dio igual. Lo habían decidido y lo iban a hacer, porque además a ella le apetecía, le hacía ilusión, y él sabía que mientras durara el papeleo se quedaría, que viviría para levantarse de la cama, para ponerse un vestido, para sentarse en una silla, para pintarse los labios y sostener un ramo entre las manos.

Aquel día estaba ya muy mal, pero cuando el juez entró en la habitación le miró, sonrió, volvió a ser ella. Aún lo sería mucho más mientras aquel desconocido, tan conmovido como inquieto por el papel que iba a representar, buscaba la manera más delicada, más indolora, de cerciorarse de la validez legal de la ceremonia que iba a tener lugar.

-Verás, María José... Hoy estamos aquí para hacer una cosa importante, pero sobre todo muy bonita, porque ahora te vas a casar, lo sabes, ¿verdad? -ella asintió con la cabeza-. Muy bien, ¿y sabes con quién te vas a casar?

Ella se echó a reír.

-¡Toma! -dijo luego-. Aquí hay tres hombres, usted es el juez, ese señor de ahí es mi padre, así que... Digo yo que me casaré con mi novio de toda la vida, que es este que tengo aquí al lado.

El juez también se rió, asintió con la cabeza y no dijo nada más antes de empezar a leer en voz alta los artículos pertinentes del Código Civil. El único que no estuvo atento a su lectura fue el novio, que después de escucharla, tan fuerte, tan lista, tan graciosa y tan descarada, tan ella siempre y hasta el final, se enamoró otra vez de su mujer, y se estremeció al pensar que tal vez ni siquiera sería la última, que tal vez su amor no la sobreviviría como un simple recuerdo, que sería capaz de brotar, de crecer y de apagarse para nacer otra vez, al otro lado de la muerte. En ese momento comprendió la exacta medida de su desolación y al mismo tiempo el orgullo de haber podido amar durante veinte años a una mujer así, capaz de ser ella, y no una desahuciada, ella, y no una moribunda, ella, entera y verdadera, su novia hasta el final.

Luego dijo que estaba muy cansada, que con razón decía la gente que las bodas son una paliza. Volvió a la cama y no se levantó más, pero aún fue capaz de hablar, de sonreír, de cogerle de la mano. Cuando la sedaron, le miró, y él vio una lágrima caer, resbalando despacio sobre su rostro.

Después comenzó a pasar el tiempo, todavía no mucho y ya demasiado. La vida sin ella no se parece a la vida, pero él sabe que habría sido peor si no la hubiera conocido nunca.



Hoy suena: Almost Lover - A Fine Frenzy.




cla.

sábado, 26 de febrero de 2011

Sencillo

Quiero quedarme en lo sencillo, no complicar más las cosas. Dejar de pensar en esto, en aquello, dejarme llevar.




Hoy suena: Dance with me - Nouvelle Vague.


cla.

viernes, 25 de febrero de 2011

Reunión

Porque cuando subes y luego bajas se crea el ritmo.


Porque cuando duermes y después sueñas se crea la magia.


Porque cuando observas y más tarde ríes se crea el mundo.


Porque cuando haces y luego vives te creas tú.


Son pequeñas cosas que se crean, que se pasan, que se olvidan, que se destruyen y que vuelven a empezar después de un rato.

Porque hoy están las tres rosas en el jardín y falto yo.





Hoy suena: En la habitación - Zahara.



cla.

jueves, 17 de febrero de 2011

El tiempo

De repente recibió una señal del pasado, algo que le hizo mirar atrás y ver el camino recorrido. Las huellas, los pasos, los obstáculos saltados. Se dio cuenta de que el mundo había cambiado, o era él? Que mas da. Los lugares dejaron de ser cercanos en algún momento del camino, pasó desapercibido, pero pasó. Se dio cuenta ahora que echó la vista atrás. Piensa, busca en su memoria, en el cajón donde se guardaron todos los recuerdos que ahora no logra encontrar. Es curioso como, a pesar de vivir el día a día, luego no somos capaces de recordar más que el conjunto. Seremos locos obstinados o absurdos desmemoriados.

Costaba imaginar como el tiempo decidió tan rápido que pasaría sin dejar a nadie volver atrás, sin dejar que nadie se baje y sin permitir. Llenando de experiencias nuestros aburridos curriculums que solo plasman lo más irrelevante de nosotros, que estudiamos aquí, que trabajamos allá, que creo saber de esto y esto otro. Pero es solo un reflejo acotado de quien eres. Y se daba la vuelta para darse cuenta de todo lo que ya no era igual. Sintió tristeza por no ser capaz de guardar en su memoria cada bonito instante que vivía, haber olvidado las palabras que un día pusieron su piel de gallina e hicieron ver las cosas de otra forma. El sonido de las olas del mar, que no es plano por que alguien se dedica a removerlo (como al colacao).

Al final, decidió seguir caminando, disfrutando haciéndose a él mismo, creyendo en quien en él creía. Siguió soñando hasta el final, pedaleando por su calle ligeramente cuesta arriba. Idiotizándose por aquel músico que guitarra en mano hacía sonreír a todas las mujeres que se dejaban caer por allí.


Hoy suena: 2009. Voy a romper los cristales - Love of Lesbian.



cla.

lunes, 14 de febrero de 2011

La bola de nieve

Como muchos ya sabéis y otros compartís, hace unos meses que vivo en Bratislava.Y desde hace alguno menos, con la llegada del frío, esta pequeña ciudad se ha convertido en una de esas bolas con nieve en su interior. De vez en cuando, como hoy, alguien decide agitarla y se pone a nevar como si hubiese alguna prisa en llenar la ciudad de nieve, volver a ver dos mil centímetros de nieve. Es un bonito ritual que tenemos los habitantes de la pequeña Bratislava y quien sea que mueva nuestra pequeña bola.

La nieve cae paciente, despacio, dejándose llevar. La nieve cae en silencio, sin mojar, pacíficamente. La nieve cae sin prisa, si apretujarse al final, ligera y posando suave y delicadamente. Ya no hace tanto frío, los millones de copos hace que sea imposible ver el inalcanzable horizonte. Los edificios grises y cuadrados toman formas redondeadas y se vuelven blancos. La gente se resguarda, yo me resguardo bajo una manta granate y miro tras la ventana "tintada". Siento la paz, escucho el silencio interrumpido por mis dedos golpeando el teclado como si algo tuviese sentido. Sólo nos queda esperar a que toda la nieve se deposite y que alguien se decida a volver a agitar y vuelta a empezar.


Hoy suena: Fools in love - Inara George.



cla.

domingo, 13 de febrero de 2011

El Castillo

¡¡Buenos días!!- Dijo mientras se despertaba a las 7 de la tarde. -¿Qué horas son estas? No te das cuenta que deberías estar trabajando.- Así empezaban sus tardes, la princesa del castillo debería haberse puesto a trabajar mucho antes, casi desde las tres de la tarde, cuando los clientes empezaban a necesitar su dosis y acudir a su castillo. Por lo menos no debo salir de casa, pensó. Fuera era como todos los días de invierno, oscuro, gris, tan frío que sólo quería quedarse en la cama, acurrucada bajo infinitas mantas que no tapan las heridas ni cubren del frío. Mantas incapaces de ocultar una realidad que desborda surrealismo.

Su castillo de suburbios franceses, de paredes endebles y calefacción tenue, situado a las afueras de una gran ciudad -¿qué más da cual?- en el que habitaba una familia de dimensiones superiores a la de cualquier familia de clase media. Ahí cada uno tenía su rol, su función dentro de una subcultura. Pero ella, ella era la princesa de cuadros dignos del mismísimo Palacio de Versailles, con su corona de alquitrán y su mirada demasiado perdida en el rincón de pensar. Con los recovecos del alma vacíos porque nadie se paró a llenarlos de cariño. Sólo esperaba con la paciencia de los locos a que llegara un príncipe de los que había oído hablar, sin embargo, las malas lenguas trataban de destrozar sus sueños con bombas de realidad. Y llegaría el día en que esas bombas terminaran por destruirla, dinamitar su corazón en mil pedazos. Nunca dejaron que su imaginación volara, que llegara a conocer su interior igual que conocía su precariamente desgastado exterior. Desde muy pequeña tuvo que ponerse por las tardes a atender a aquellos malogrados que venían a comprar una dosis de muerte y así evadir la cruda realidad.

Su corazón se secaba a contrarreloj, no habrá vuelta a atrás. Más adelante un pequeño golpe partiría en mil pedazos lo que nunca se cultivó, moriría desahogado en un lago de chabolas con niños que correrán la misma suerte en un futuro no demasiado lejano. Frío panorama de invierno. Sobrecogedor, infame, destructor, los demás lo permitimos y aún así somos capaces de vivir con ello.







Hoy Suena: La chica de tirso - Pereza.



cla.