lunes, 12 de diciembre de 2011

El relato de un sueño prematuro


El viento recogió el paraguas cerca del acantilado, se lo llevó, tan fuertemente que sólo podía dejarse llevar. No había motivos para no fiarse de un viento que apuntaba al norte. En un par de ráfagas había caído hasta tocar el agua, donde una vez más el paraguas se dejó llevar sin mas remedio, con algo de desasosiego. Se movía al compás de unas olas demasiado bravas para no haber tormenta. Cayó, como si de lluvia se tratara, un joven niño que suavemente aterrizó en el paraguas que boca arriba seguía surcando la costa. Fue acercándose a la playa, tranquilo y sin prisa, a la luz de aquel fanal que apuntaba el camino que seguía el inhóspito navegante. Se estancaron en la arena y sin un gracias, ni un adiós el niño, de piel suave, de rasgos discretos, de cabellos y ojos oscuros, corría en dirección al fanal. Su luz se iba apaciguando, los colores oscuros se confundían con el infinito. El pobre fanal obsesionado con las frases de libros ajenos, vivía cada día inventando historias de piratas, historias siempre en relación con lo único que había visto hasta ahora: el mar. La vasta inmensidad de un azul sobrecogedor. La dulce voz del niño interrumpió unos pensamientos envueltos en telarañas. -Te llevaré conmigo, necesitaré de tu luz.- Agarró el fanal, que temblaba de levantarse y de desplegar por fin las alas, de ver algo más que ese azul que invadía sus pupilas de fanal viejo y cansado. 


No queráis conocer lo que más tarde sucedió, el niño tropezando con sus propios pensamientos dejó caer al oxidado fanal. Él cayó en la inmensidad de un oscuro infinito. El fanal desangraba su aceite sobre un río de asfalto poco cuidado. Sólo el viento guardaba su recuerdo, y no hubo luz para evitar un lugar oscuro de sombras y miedos. 


Hoy suena: Go Cain - Najwa.







cla.