domingo, 18 de abril de 2010

El sol

Queridos amigos, he venido hoy aquí para contaros una historia fantástica sobre una persona normal. Ha querido que sea hoy el día en que su no tan normal historia vea la luz. Era una tarde normal, de un jueves corriente, en esa calle donde la gente quiere y no puede pararse a descansar. Caminaba tranquilo, despacio, paso por paso, tal y como le gustaba hacer las cosas, y entre todo ese tumulto de gente que tenía tanta prisa como si fueran a llegar tarde a su propio nacimiento. -Que absurdo! Pensaba nuestro amigo, -¿no se dan cuenta de que ya han nacido? Pero él seguía dando sus pasos seguros un tras otro, sin dar pie a un posible resbalón o a chocarse con alguien. Siempre tan prudente.


La luz de esa calle no conseguía llegar al suelo, los grandes edificios hacían sombra las 24 horas del día, si las 24, porque de noche tampoco dejaban que el brillo de la luna alcanzara las aceras. Aún así, iluminaba los últimos pisos de todos los edificios de aquella calle, con aquellas gentes, con aquel hombre que tan despacio caminaba que incluso llegaba a estorbar. Debía ser de los pocos que hacían caso a las condiciones del clima, estaba llegando la primavera y se notaba una muy suave brisa de verano, cálida y acogedora como nada en aquella ciudad llena de cosas y gentes impersonales. El sol, igual que el hombre, se abría paso entre las nubes que ya antes habían dejado caer sus gotas, como siempre. Fue entonces, cuando por primera vez un rayo de sol consiguió rozar el suelo, justo a los pies de una joven chica que parecía perdida entre tanta gente. El hombre la observó, era menuda, con una melena rubia dorada por el triunfante rayo de sol que había conseguido lo imposible, con unos ojos verdes llenos de melancolía. Confusa miraba a su alrededor, tratando de preguntarle a alguno de los que con prisas caminaban el camino a su hostal. Llevaba una mochila donde ademas de sus enseres guardaba toda la ilusión que se tiene al llegar a la gran ciudad. Pero la gente tenía demasiada prisa como para ayudar a una novata, por supuesto no entendía lo importante de los 5 segundos que reclamaba para poder orientarse. El hombre la miraba, se había puesto triste, muy triste. No entendía como podía ser que nadie en toda la ciudad no estuviera dispuesto a ayudarla. Así que, se acercó. Poco a poco, como siempre, evitando a aquellos a los que cada milésima de segundo les suponía la vida, de repente la chica, desapareció. Llegó al sitio donde tenía a sus pies al magnífico rayo de sol pero ella ya no estaba. Giró la cabeza y la vio, se había contagiado, la prisa había invadido sus entrañas, se había vuelto nube. Se había vuelto gris.


Hoy suena: I'm outta time - Oasis.



cla.

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