El fuego iluminó mi mirada, y entonces lo oí golpear contra el coche que estaba a mi derecha. Frío de hielo recorría mis venas y mis piernas permanecían quietas ante el pánico. Algunos despreocupados de las consecuencias vertían contenedores al suelo, otros, con sus mecheros, iluminaban la noche ignorando la función de las farolas. Las piernas más espabiladas que las mías corrían, con los cuerpos y cabezas entornados mirando atrás, vigilando que no se volviesen a iluminar las pistolas. Otros más listos se escondían de una furia incontenida y alimentada de odio, se escondían detrás de los coches que recibían impactos como otro inocente más. Las órdenes alcanzaron el movimiento y conseguimos escapar, como si fuésemos delincuentes pero sin serlo, como si fuésemos culpables, como si no fuésemos el objeto a defender.
Hoy suena: The dreamer - The tallest man on earth.
cla.
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