domingo, 21 de febrero de 2010

Historietas de la luz artificial.

Érase una vez, una apuesta mujer que le gustaba dormir la siesta una vez llegaba la noche, a esa hora, era capaz de quedarse vulnerablemente dormida en cualquier lugar y con cualquier persona.


Un día mientras hacía tortitas para su familia, le ocurrió algo, algo tan emborronado y feliz y entorpecedor, de lo que nunca podrá despegarse.


Ella misma no sabía muy bien lo que le ocurría, solo sabía, que la cama era el mejor lugar del mundo para permanecer todo el tiempo que se lo propusiese, era algo tan agradable, como el hecho de salir y encontrarse con Mariano, saludar a aquel apuesto camarero con tantos piercings y el pelo, desafortunadamente largo.


En uno de esos días, en la cama, soñaba mientras comía fresas con chocolate y jugaba a aquel juego tan raro en el que ganaba y perdía dineros sin importancia, ese mismo dinero por el que la gente, hiciese cualquier cosa por poseer, igualito que ella con su hora de la siesta en su tan preciada cama.




En aquel sueño, vio claramente lo que ocurrió aquel día, el que preparaba tortitas para su familia.


Seguía siendo algo tan alagador, torturante y feliz como en aquel primer momento, fue entonces, cuando despertó, y sintió lo que acababa de comprender. Esque daba igual lo que sucedió, simplemente supo, que lo podía conseguir.

y es así, como echó de menos a Mac

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